Me imagino una Catalunya independiente como el lugar donde he vivido desde que nací: un espacio donde crecer, hacer amistades, colaborar con los demás; una sociedad abierta y flexible donde cualquiera que tenga iniciativa, persista y sea honrado tiene muchas posibilidades de seguir adelante.
Precisamente por lo que hemos vivido, en mi país se respira una tendencia acogedora. En una Catalunya independiente, lo único que cambiaría en un principio seria les relaciones con el Estado español, no con las personas. Esas relaciones con el Estado, cambiarían para bien porque dejarían de ser relaciones de sumisión para pasar a ser relaciones libres, desde la igualdad. Eso ya sería un paso enorme para la población. No me imagino la independencia de mi país como la construcción de un muro que incomunica.
Me imagino la Catalunya independiente como un espacio donde se defiende el Estado del bienestar, concebido como la defensa del bien común por encima del estratosférico beneficio propio. Concibo el camino de la libertad de mi país como un camino humano donde la economía esté al servicio de las personas i por tanto, se experimenten vías alternativas, que las hay, a las recetas de los gobiernos alemán, español y catalán, para salir de la crisis.
Sentirme catalán, para mi, es sentirme miembro de nuestra especie humana, rica por su diversidad y, a su vez, necesitada del reconocimiento imprescindible hacia sus pueblos y sus personas para construir un nosotros que nos ayude a salir de las múltiples crisis que vivimos.